Titulo Original: Les Flurs du Mal
Pais: Francia
Año: 1857
No. de Paginas: 490
En 1857 Charles Baudelaire publica Las Flores del Mal, que resulta ser la colección de todos los poemas que había escrito durante los 17 años anteriores a esta fecha. A su salida fue juzgado por blasfemo y por el atentar contra la moral y las buenas costumbres
La aparición de las flores del mal abrió nuevos horizontes en la poesía, además de otorgar una nueva percepción de la palabra lírica, a partir de una técnica centrada en la perfecta elaboración de imágenes con gran profundidad estética y ausencia de rigor formal.
Los temas son varios, hay referencias constantes hacia la percepción del trabajo poético, caracterizado por la censura e incluso la autocensura incitada por el romanticismo; acentuaciones constantes a la desventura intima del autor; captura de una distinta percepción del entorno, retratando realidades de la naturaleza humana; el desafío a las costumbres e idealismos convencionales a los que la sociedad esta sujeta; etc.
La cuidada estética es claramente notable en su peculiar expresión simbólica marcada por la rigurosa elaboración de la palabra.
La percepción visual, audible y cualquier otra sensación estimulada por los sentidos se encuentra palpable en cada uno de los poemas donde la gran belleza lírica que poseen nos muestra la idea de pureza poética que logro alcanzar el autor.
No cabe duda de que es un legado perdurable a la expresión simbólica de la palabra, liberando la poesía convencional de las ataduras y la rigidez de los conceptos tradicionales que se tenían.
AL LECTOR
La necedad, el error, el pecado, la tacañería,
Ocupan nuestros espíritus y trabajan nuestros cuerpos,
La necedad, el error, el pecado, la tacañería,
Ocupan nuestros espíritus y trabajan nuestros cuerpos,
Y alimentamos nuestros amables remordimientos,
Como los mendigos nutren su miseria.
Nuestros pecados son testarudos, nuestros arrepentimientos cobardes;
Nos hacemos pagar largamente nuestras confesiones,
Nuestros pecados son testarudos, nuestros arrepentimientos cobardes;
Nos hacemos pagar largamente nuestras confesiones,
Y entramos alegremente en el camino cenagoso,
Creyendo con viles lágrimas lavar todas nuestras manchas.
Sobre la almohada del mal está Satán Trismegisto
Sobre la almohada del mal está Satán Trismegisto
Que mece largamente nuestro espíritu encantado,
Y el rico metal de nuestra voluntad
Está todo vaporizado por este sabio químico.
¡Es el Diablo quien empuña los hilos que nos mueven!
¡Es el Diablo quien empuña los hilos que nos mueven!
A los objetos repugnantes les encontramos atractivos;
Cada día hacia el Infierno descendemos un paso,
Sin horror, a través de las tinieblas que hieden.
Cual un libertino pobre que besa y muerde
Cual un libertino pobre que besa y muerde
el seno martirizado de una vieja ramera,
Robamos, al pasar, un placer clandestino
Que exprimimos bien fuerte cual vieja naranja.
Oprimido, hormigueante, como un millón de helmintos,
Oprimido, hormigueante, como un millón de helmintos,
En nuestros cerebros bulle un pueblo de Demonios,
Y, cuando respiramos, la Muerte a los pulmones
Desciende, río invisible, con sordas quejas.
Si la violación, el veneno, el puñal, el incendio,
Si la violación, el veneno, el puñal, el incendio,
Todavía no han bordado con sus placenteros diseños
El canevás banal de nuestros tristes destinos,
Es porque nuestra alma, ¡ah! no es bastante osada.
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Pero, entre los chacales, las panteras, los podencos,
Pero, entre los chacales, las panteras, los podencos,
Los simios, los escorpiones, los gavilanes, las sierpes,
Los monstruos chillones, aullantes, gruñones, rampantes
En la jaula infame de nuestros vicios,
¡Hay uno más feo, más malo, más inmundo!
Si bien no produce grandes gestos, ni grandes gritos,
Haría complacido de la tierra un despojo
Y en un bostezo tragaríase el mundo:
¡Es el Tedio! — los ojos preñados de involuntario llanto,
¡Hay uno más feo, más malo, más inmundo!
Si bien no produce grandes gestos, ni grandes gritos,
Haría complacido de la tierra un despojo
Y en un bostezo tragaríase el mundo:
¡Es el Tedio! — los ojos preñados de involuntario llanto,
Sueña con patíbulos mientras fuma su pipa,
Tú conoces, lector, este monstruo delicado,
—Hipócrita lector, —mi semejante, — ¡mi hermano!
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